viernes, 27 de enero de 2017

Nueva Yesca



Ilustración de Antonio Bermeo

Pero entiéndale, nadie es feliz enjaulado, y menos él. A ver, la cosa es esta. Al que sabemos le entretiene caminar, y salía siempre con su caja ronca bajo el brazo, mirando las calles abarrotadas de gente que iba a algún evento en el parque. Claro, para que no le noten se tapaba los cuernos  bajo el sombrero, aunque ya luego lo hacía por costumbre, porque él sabe que no hay diferencia.

Considerando donde vive, es natural que el agua fresca le guste mucho; y por eso, de cuando en cuando se escapa de sus tinieblas para pasear entre el follaje de las riberas y siempre elige esta ciudad ¡Y es que ríos tenemos muchos!

Claro, últimamente los ríos están secos; al punto que el título de matadero ya no le va a ninguno, y la gente totalmente despreocupada, concentrada en la aplicación de turno. Eso le saca de quicio. Yo le he visto guardar mal genio sus manos en los bolsillos y con su voz cavernosa, de longo ruco que es, se va refunfuñando maldiciones. Cuestionando, pues, quién mismo es el diablo.

Y bueno; antaño, si algo le enojaba, se iba para el centro a buscar algún mal portado a quién tentar o de plano arrastrar consigo hasta sus calabozos. Pero con los años la tarea se complicaba. Verá, el método era simple: se paraba en alguna esquina y lanzaba algún comentario sugerente como el que no quiere nada y, el que menos, se volteaba a mirar fingiendo rechazo; pero ya se iba con ideas de pecado, corriendo a casa para desquitarse con su pareja… o con la de alguien más.

Si estaba con ánimos de cacería la estrategia era distinta y dejaba caer al descuido anillos de oro o chucherías así, para ver quién le hacía el favor de escondérselo en el bolsillo. A esos, ahí mismo se los cargaba al hombro y antes que alcancen a patalear asustados, “¡puf!” desaparecían, llevados a las llamas, gritando suplicas.

En cambio, si la persona le salía decente y le devolvía el objeto “extraviado” el asunto se ponía interesante. Era cosa de invitarle un café, pretendiendo agradecimiento, y sacarle a punta de conversaciones puntiagudas las confesiones necesarias para proseguir y, aunque le gustan el  dolor y los gritos, él agradecía mucho el cambio de eventos porque en el fondo este método le traía el orgullo de llevarse a sus condenados bien sonreídos, casi que por voluntad propia ¡Porque cumplían sus deseos!

Los más humildes morían satisfechos luego de atragantarse plato tras plato con exuberantes delicias o de emborracharse con sustancias exóticas, de esas que se cuentan en fábulas medievales. Otros, más afortunados, tenían la oportunidad de vengarse del pariente odioso, del amante egoísta o del jefe tacaño, una ganga dos muertitos en un sólo golpe de lengua. Las damas de sociedad mojigatas de deseos innombrables y los honrosos caballeros cabeza de familia se iban con el mismo gesto agradecido, cansados de aullar luego de ser penetrados de todas formas posibles.

¡Esos eran tiempos! Luego el trabajo ya no le era tan sencillo. Los comentarios insinuantes ya no hacían efecto y las doradas carnadas pasaban desapercibidas. “La gente anda distraída” se repetía para reconfortarse. Pero sabiendo el lio que le iba a armar el Patrón.

Claro, el tema es que se necesitan penitentes para llenar las fosas del abismo, y si él no cumple su cuota, el Patrón es capaz de mandarle al mismísimo infierno. No literal, porque eso ya lo hizo.

No, no. No me pregunte del Patrón. Para la Historia él es trascendente, pero innecesario. Bueno, si quiere saber quién es él, mejor pregúntese usted ¿Quién más es capaz de dar órdenes al mismísimo diablo? Pues ni más ni menos que el que le creó ¿Si ve? Bueno, da igual. Mejor vaya y lea la biblia que ahí están todas las respuestas.

¿En qué iba? En la gente distraída ¡Obvio! Eso pensaba al inicio y no es de extrañarse, yo mismo no sé cómo la gente no se cae caminando con los ojos puestos en los aparatos esos. Pero luego se dio cuenta que el asunto es otro.

Le costó mucho, porque con esas manos pesadas, de dedos gruesos, endurecidos de siglos de meter tridente a gente en llamas, controlar un ratón no le fue nada fácil; pero luego de muchos intentos creó una cuenta en una red social y pasó horas absorto en las pendejadas que publica la gente. Al principio emocionado ¡Las multitudes que podría llevarse si postear fuera pecado! Un día en Tinder y lista la cuota de varias semanas. Pero el Patrón nunca fue bueno para escuchar; en realidad nunca le importó la comunicación en general. Utópico era proponer que a estas alturas tome en cuenta ni lo que la gente le reza, mucho menos lo que publica.

Pero no se confunda. Por bobas que sean, ni las redes sociales ni las publicaciones son el problema. Por ahí se enteró él, no más.  Lo que en verdad le preocupó es que ya no les importa. Que se esfumó la vergüenza, que el truco de la manzana ya no sirve.

Y es que antes les decías lo que sea y andaban tan arrepentidos de ser zurdos o de mezclar lino con seda que hasta echaban chivos al desierto. Trabajar con gente así era una delicia. Ahora es lo mismo dar los buenos días a confesar envidias, orgullo o gula. La gente no teme a la aventura de una noche, ni a ser homo o trans o bi, o nada de eso. Las mujeres no quieren hijos y otras les dan la razón. O sea, la gente cada vez más hace lo que le da la gana. Y sin miedo no hay lugar para el diablo ni su Patrón.
Ya va entendiendo qué grave esto ¿Ve? Entonces, buscando alternativas, averiguó sobre el “moderno” sistema penitenciario. Tanto pecador junto era prometedor, y con visitar nuestras cárceles casi se lleva a unos cuantos al infierno… pero por piedad, y eso se lo tienen prohibido.

Por suerte le llegó la solución, y de las mismas redes. El Patrón le tenía prohibido saber leer, pero siendo él como es, hace tiempo que había aprendido a escondidas, y andaba revisando los viejos estatutos, buscando respuestas. Pues resulta que entre tanto papel polvoriento, encontró una pequeña cláusula sobre aquellos que predican con palabras vacías, de esos que publican la oración del día o le ponen amén a todo; y aunque el demonio esté jodido porque verdaderos arrepentidos ya no existen, de los falsos sobran.


Y por eso el diablo anda así. Porque metido ahí, entre tanta red social, enjaulado en la oficina, ya no tiene tiempo de ir a ver los ríos. Pero no tiene de otra, porque la estrategia funciona. Vaya y vea. Calabozo con puro cristiano hipócrita, católico por costumbre o new age ingenuo, en fin, todito lleno de puro creyente. Son los únicos que quedan para quemar, toditos yesca, toditos leña.


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Agradecimiento: Muchas gracias a mi amigo Antonio por la magnífica ilustración, mejor no pudo estar!


Aclaración: El río Tomebamba (del kitchwa Tumipamba), en Cuenca – Ecuador, fue bautizado por los religiosos de la época como “Julián Matadero” con la intención de apaciguar su torrente; argumentando que los destrozos que causaba se debían a que llevase un nombre pagano. El término “Matadero”, se utilizó puesto que en dicho río funcionaba el camal, sin embargo en la concepción popular se suele atribuir dicha expresión a su historia de desastres, y por el tono de este cuento, esa es la connotación que se le ha dado.

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