Fue un tiempo simplemente malo para mi amigo. Todos sus intentos por sentirse mejor habían resultado un fracaso y, superando su radical ateísmo, ya empezaba a sentir que algún ser superior estaba empecinado por hacerle infeliz.
Cómo la mayoría de historias, todo tenía que ver con algún amor mal logrado, cuyas secuelas se extienden por años. La verdad es que la relación con Claudia (la ex) había comenzado en el edén; ya desde el comienzo se repetían cada 10 minutos que algún día se casarían, y juntos armaban planes e historias de cómo sería la boda, con sus arreglos, invitados y demás. A ella en secreto le gustaba imaginar su largo vestido blanco siendo desgarrado por su futuro esposo mientras la poseía en el vestidor, justo antes del gran evento. Él, a pesar de su falta de fe no podía resistirse ante la novelería de la ceremonia y el ritual en general, y en secreto gustaba de imaginar al antiguo novio de ella, con los ojos hinchados de tanto llorar, gritando “¡YO!” en el momento justo en que el cura pronuncia las tediosas palabras “¿alguien se opone?” para luego ver a su amada casi esposa humillando frente a todos a ese tarado, diciéndole una y mil barbaridades, mientras él mismo (el casi esposo) sacaba a golpes al “tipejo ese” del sacrosanto lugar.
Sin embargo las cosas cambian. Y cambiaron tanto que incluso antes de casarse las peleas se repetían un par de veces por semana. Ninguno sentía la pasión de antes y, según el criterio de muchos, solo seguían juntos porque luego de 5 años de relación, ya habían olvidado cómo era eso de ser individuos. Fue justo ahí, cuando el miedo a estar solos se mescló con su incapacidad para soportarlo, que a mi amigo le llegó la iluminación de no sé dónde, y decidió que la mejor forma de salvar lo insalvable era cumpliendo con su soñada boda. Tan convencido estaba del asunto que logró convencerla a ella también y en menos de una semana ya estaban casados por la ley; dos meses más y ya habían realizado la tan esperada ceremonia, aunque sin los arreglos, la pasión antes de la boda y el acto del “ex” durante la misma.
La verdad sea dicha, la idea del matrimonio modificó en algo la relación y por los primeros dos meses la pareja volvió a sentir los ánimos del principio. Sin embargo, los parches temporales terminan por agravar las cosas. A los 6 meses todo terminó peor que antes y la pareja terminó por separarse con los respectivos problemas sobre la repartición de bienes, las peleas y el “odio” que aseguraron sentir el uno por el otro luego de realizar todos los trámites necesarios para deshacer lo que (ahora lo sabían) nunca se debió hacer.
Después de esto; mi amigo descubrió que no era tan malo volver a la soltería y la soledad no le agobió tanto al descubrir que, si bien un clavo no saca a otro clavo, muchas pequeñas tachuelas podrían hacer lo necesario para amortiguar la falta de una contraparte con quien hablar en las madrugadas. Así se pasó algunos meses, viviendo lo que no había bebido durante los 5 años y medio que duró la relación.
Al cabo de un tiempo, una mañana, se levantó con la cabeza revuelta, una sequedad irritante en la garganta y junto a una mujer a la que apenas reconoció. Era la chica del café al que iba a dibujar desde que era un estudiante. Él siempre supo que ella sentía algo por él, pero nunca retribuyó el sentimiento porque la pobre chica, además de ser de muy baja clase social y desagradable apellido, era dueña de unos dientes tan desalineados y amarillentos que cuando se reía se semejaba tanto a una morsa bebe que en más de una ocasión hicimos burla de ello a sus espaldas.
A ella no le importaba su aliento a ebriedad. Había pasado los últimos treinta minutos contemplando a aquel chico con el que tanto había soñado; había descubierto sus gestos al dormir, las diferentes posturas en que se acomodaba, sus pequeños respingos cuando con sutileza se acercaba a darle un cariñoso beso en la mejilla sin despertarlo, y cada vez se sentía mejor.
No paró de llorar durante los sesenta minutos que él trató de tranquilizarla, luego de decirle que no entendía cómo llegó hasta ahí y que lo que había sucedido la noche anterior junto con todas las promesas hechas, fueron cosa del alcohol. Luego de eso, la inocente morsa bebe decidió abandonar el trabajo en el café, y la amargada que la remplazó no fue ni la mitad de amable con mi amigo de lo que la dama de la “bizarre smile” había sido.
Ipso facto llegó el dolor de conciencia, y por encima de eso, el dolor de descubrir que llenar la necesidad de afecto con relaciones cortas y vacías empeoraba todo. Fue entonces cuando la vio. En el mismo café al que él siempre fue, su ex esposa había llegado para demostrarle que ella sí era feliz, que había encontrado a alguien más, con mejores posesiones, mejor vestimenta, más alto, más guapo y más joven que él. Nunca supo bien que fue en realidad lo que le dolió más; sería la envidia por verla así de bien, tan sonriente y radiante; o sería el golpe fatal al ego que recibió al ver al tipo que, evidentemente, era mejor partido que él.
Pero mi amigo no carece de atractivo y astucia, e inmediatamente armó un plan para superar su situación. Dos días después ya había conocido una chica con la que, esa misma noche se acostó. Esta ocasión, sin embargo, todo sería diferente. Había procurado que la dama en cuestión, además de ser sumamente inteligente, carismática, amable, empática, etc., sea sumamente atractiva; por lo que fue la envidia de todos nosotros. Además se preocupó de que fuera joven, tan solo una estudiante universitaria, que por aquella época había terminado clases, así que mi amigo adelantó sus vacaciones y pasó los cuatro días siguientes con la susodicha dama, viajando por los al rededores, visitando lugares románticos y haciendo el amor en todos los lugares públicos y privados en los que pudieron.
Empezaba a sentirse bien, en realidad, se sentía muy bien. Estaba empezando a sentir el calor que solo había sentido al principio de su relación con Claudia y eso le hacía muy feliz. Sin embargo, en una relación que nace, es bueno equilibrar el tiempo para que la pareja no se sature demasiado, así que aprovecharon que ese día celebrábamos el cumpleaños de un amigo para darse un descanso de una noche y mi amigo junto con todos nosotros salimos a una discoteca de la ciudad a festejar a lo grande, como siempre hicimos.
Las cosas, lamentablemente, no salieron como siempre. Luego de dar un par de vueltas por el lugar descubrimos al nuevo gran amor de nuestro amigo, demostrando efusivamente su afecto a un desconocido con besos, tanto o más apasionados que los que había tenido con él durante toda esa semana.
Luego de redactar todo esto, yo mismo empiezo a pensar que había una fuerza superior en contra de mi amigo. Salimos del lugar tratando de darle ánimos. Realmente no se podía hacer mucho, pero algo teníamos que intentar. Bromeamos al respecto, hablamos de otras cosas, mandamos al diablo a esa y a todas las mujeres, pero nada lo animó. En ese instante, se escuchó su teléfono que sonaba, escuchó lo que su interlocutor tenía que decir y oscureció.
Alguien murió. Un amigo lejano, no muy allegado, era solo un conocido con el que todos teníamos algo de afecto simplemente por ser buen tipo. Se accidentó mientras manejaba borracho esa misma noche.
Y de repente todo desapareció. Ya no había engaño, no existía Claudia, ni su ni su nueva pareja, ni el matrimonio fallido; hasta el dolor de conciencia por la camarera de dientes amarillos se fue también. Ya no existió nada. De algún modo extraño, la vida se vuelve insignificante ante la muerte; todo se reduce de tamaño cuando entendemos que nada es eterno, ni la felicidad, ni el dolor, ni todo aquello que nos molesta a diario y que no dejamos de reprochar. Todo pierde sentido cuando descubres que vas a morir.
De repente, nos dimos cuenta que todas las quejas y reclamos que habíamos gritado al mundo desde nuestra niñez, eran solo ruido que nosotros mismo producimos para que todo parezca más grande y duradero; negando lo efímero que somos y nuestra responsabilidad para gastarnos la vida haciéndola un concierto, o un montón de ruidos sin sentido.
3 comentarios:
WOW... me quede sin palabras!! Por eso te quiero!!
Me encanto.
Me identifico con la sensación, nos encanta ir por el mundo poniéndonos trabas, que definitivamente no van... Creo que somos de naturaleza, sufridores y problemáticos con nosotros mismos, cuando en realidad podemos despertar todos los días, respirando profundo y viendo lo increíble que es la vida... El sol por las mañanas, el cantar de los pájaros o la lluvia misma. Todo depende de la perspectiva que tengamos para ver las cosas.
Te quiero mucho.
buena historia..., es muy cierto todo lo q dice la ultima estrofa de esta historia, y mas la forma como el ser humano se empeña en hacer de su triunfo un monton de instantes vacios para otros... el imaginado al ex de su novia desconsolado, ella restregando su nuevo amor a su ex, el rebajado ante su desafortunada vida,,, bien es q la felicidad no es la meta a la q llegamos... sino la forma en la q viajamos... ;)
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