viernes, 3 de diciembre de 2010

El presente



Dejaste la bañera. El vapor, queriendo retenerte te siguió todo lo que pudo; pero abandonó su intento, resignado ante tu inmutable indiferencia. Me sentí identificado porque conocía profundamente el sentimiento de tu rechazo; pero con algo de orgullo le eché en cara: yo ya sé sobrellevarlo.

Retiraste la toalla que te cubría. Hace mucho que no dedicaba las miradas suficientes para medir al milímetro tu anatomía. No era que haya perdido el interés o que no te encontrara hermosa, solo no me daba el tiempo. Y tiempo ahora me sobra.

Tú tampoco tenías tiempo nunca. Casi siempre te vestías apresurada, te ponías tu uniforme en segundos y me abandonabas perplejo. No importaba cuanto deseara hacerte el amor, o simplemente acariciarte, o simplemente contemplarte. No había espacio para eso. Hoy, sin embargo; era diferente. Tu ritmo pausado era el justo para sentir tus manos llenas de crema recorrer tus piernas, tu torso y brazos. Si hubieras sabido que estaba ahí, viéndote sin perder detalle, posando mi nariz en tus muslos para respirar el aroma de tu piel pulcra, seguro te hubieras cubierto y acelerado el paso. Nunca lo llegué a entender, pero no importaron las mil veces que destrozamos la tranquilidad de nuestros envidiosos vecinos llenando nuestra intimidad con deliciosos gritos, tú aún sentías pudor de mostrarte entera para mí, y yo respetaba eso… a regañadientes.

Te pusiste de pie y tomaste el vestido negro que tenías preparado sobre la cama. Cuando te viste al espejo, lo hiciste con una mirada nueva y entendiste por qué siempre utilicé el calificativo “preciosa” para llamarte. Tu semblante oscureció un poco. Pude ver trizar tus ojos  que sangraron agua de mar. Yo me acerqué para susurrar algunas palabras de aliento que no escuchaste, pero sonreíste. Tomaste las llaves del auto y me dejaste.

Pensé en seguirte, pero ya había sido bastante. Te había tenido tan cerca como para oler tu esencia, o mejor dicho, para oler la esencia de la que estás hecha; y recordé por qué estaba ahí: Siempre había pensado que un difunto recién fabricado tiene la tarea de recorrer sus pasos en un gesto sádico (el primero de miles) en su camino al infierno arduamente ganado en vida. Ahora puedo ver que en realidad es el presente más estimable y generoso que me hace el cosmos para soportar los años en las flamas que ahora veo claramente. Ya puedo sentirlas abrasarme.  


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Créditos de la imagen:


Reloj de arena: Andrew C.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

en serio se me erizó la piel...

Anónimo dijo...

Interesante

Anónimo dijo...

.....y entendiste por qué siempre utilicé el calificativo “preciosa” para llamarte..... me encanta!

Anónimo dijo...

...Te sorprendí a través del cristal de la bañera cuando una puerta abierta me invitó a mirar la escena...me llevo a esta canción
muy sutil, un par de detalles innecesarios para dibujar entera la imagen en la cabeza, sin embargo muy emotivo

Anónimo dijo...

No se como lo logras, pero estremeces mi ser... no encuentro la palabra para describir el detalle y el estilo con que me trasportas precisamente a ese lugar...

ME ENCANTO!

*** NEGRITA ***