viernes, 17 de diciembre de 2010

Lucífero inhalar





Luz. Hermosa luz amarilla, tomate y rosa se cuela por entre las cortinas de mi estudio, golpea en los muebles viejos (de esa madera corroída sin agravio, tan natural y digna) y se riega para bañar los libros del estante, tan pocos para lo que desearía a mi edad, pero tan indispensables. En estos días, el aire es tan liviano que hasta el polvo trata de agarrarse a él sin poder hacerlo. Es un aire de purificador frio, un aire que a cada respiro libera la mente de pensamientos penosos, tupidos; que por densos no tienen más remedio que caer al piso sin más esperanza que confinarse ahí hasta la tarde. 

Uno se siente nuevo empapado en ese aire: un recién nacido que abre los ojos y nota las sutiles peculiaridades de la puerta, de la silla, de la mesa; diminutos detalles que un espíritu rancio en el día a día no se atreve a mirar, para no quedarse atrapado en su sencillez, porque le teme. 

Si es así ¿Cómo no dejarse llevar por el sueño? ¿Cómo no repetir esta gesta de sufrir el frio de la aurora sin más cobijo que un libro sobre el pecho? Si es necesario entumirme hasta el dolor para poder amanecer aquí y sentir esta liviandad gratificante, he de hacerlo a diario, y disfrutaré de esta paz etérea, volátil, perpetuamente… hasta la tarde. 




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1 comentario:

nenuk dijo...

Definitivamente son esos momentos simples q se convierten en extraordinarios, como si el silencio, o el aire o la musica o simplemente algo q es tan imperceptible para otros en instantes logra convertirse en una danza de cosas intagibles que nos llenan... esas cosas q se sienten generalmente en soledad... muy lindo lo q expresas...;)